viernes, 7 de octubre de 2016

Dia 0: Llegada a Santander - Recorriendo el Camino del Norte hacia Santiago de Compostela

Llegó el día, la noche antes apenas pude dormir, por delante el viaje a Santander donde me encontraría con Valentín que ya estaba allí y casi 600 km de rutas en bici por un terreno que sin lugar a dudas, nada tiene que ver con el que habitualmente recorremos en nuestras rutas. Iban a ser doce días ininterrumpidos con nuestras bicis, otro reto más a sumar, ya que al menos yo, solo había encadenado 2 o 3 días consecutivos de rutas en bici.

Tras el correspondiente madrugón, algo más de 500 km en coche hasta Santander desde Mora. 

Valentín se había encargado de coordinarlo todo, ya que ante la preferencia de los peregrinos a pie en los albergues y la posibilidad de encontrarnos sin sitio en alguno de estos, tenía reservados hostales y pensiones en cada una de las etapas, y la primera de ellas en Santander.


Una vez en Santander, nos registramos en el hostal, guardamos las bicis y nos fuimos a comer con la familia a la “Playa del Sardinero”, ya que aprovecharían para tener unas vacaciones en el norte (que les encanta) “acompañándonos” en el Camino; con ellas nos veríamos cada tres días, ya que Valentin y su mujer Ana, que están en todo, hicieron coincidir los diferentes alojamientos rurales en los que se alojarían nuestras familias con nuestras etapas.

Tras la comida, las chicas emprendieron camino hasta su primer destino “Gobiendes” una parroquia del concejo de Colunga en Asturias, y Valentin y yo quedamos solos en Santander, “en capilla” como los toreros. 

Todo el mundo nos había dicho que el Camino del Norte, nos ofrecería unos parajes boscosos y verdes, caminos que atraviesan desde idílicos pueblos hasta grandes ciudades.

Según parece, hace nada menos que doce siglos, la noticia del descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago en Compostela traspasa las fronteras de los pequeños reinos hispanos y se difunde por toda Europa. Primero cientos y luego miles de cristianos se dirigen a la tumba del Apóstol en peregrinación, convirtiendo al Camino de Santiago en espina dorsal de la futura España.

Dicen que una de las rutas más activas en los primeros años de peregrinación, discurría a lo largo de la costa cantábrica y era denominada como el Camino de la Costa. También nos cuentan que la dureza de la ruta costera, unido al apoyo de los reyes cristianos a la peregrinación por caminos interiores, dejó al Camino de la Costa como ruta secundaria durante varios siglos, cuando las peregrinaciones a Santiago alcanzaron su punto álgido.


Sin embargo, durante los primeros años del presente siglo, el Camino del Norte, que englobaría los caminos de la Costa y el Primitivo, ha vivido un auge extraordinario, quizás gracias precisamente a esa combinación de belleza y dureza que lo hace verdaderamente especial, con la colaboración sin duda de otros factores como la divulgación de historiadores y asociaciones, o el apoyo y promoción por parte de las diferentes administraciones.


Este hecho está convirtiendo al Camino del Norte en una verdadera alternativa al Camino Francés para los peregrinos llegados de todas partes del mundo, incansables viajeros atraídos por los encantos de estas tierras norteñas y huyendo de la alarmante masificación del francés (damos fé de ello, y además es objeto de todas las charlas entre peregrinos), o como “segundo Camino” tras haber realizado anteriormente una primera peregrinación por la ruta jacobea más famosa.

Un largo paseo sirvió para hablar de nuestras expectativas ante el Camino, de nuestros miedos, de nuestras dudas, pero sobre todo, de nuestras ganas de comenzar, en nuestros ojos se intuía un brillo especial, una mezcla de ilusión y nervios difícil de explicar. 

Un paseo en el que un sirimiri inicial dio paso a la lluvia que nos acompañaría el primer día de Camino, algo que en ningún momento empañó la belleza de Santander. 

Había unas jornadas Romanas en Santander ese fin de semana, con un mercado Romano, puestos, espectáculos y otras actividades justo en el paseo frente al hostal. En uno de esos puestos cenamos ligero y a dormir prontito…, que mañana empezamos.

Una vez en el hostal repaso a nuestras alforjas, revisamos la ruta del día siguiente…, y a dormir, que ¡empezamos!

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